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Estando el otro día rebuscando por internet me encontré casualmente con una emocionante carta que, lo que parecía ser un soldado, enviaba a su novia antes de entrar en combate. Un tal capitán Colado relataba a su compañera Milagros sus experiencias en los combates de los últimos días. Pero la carta se interrumpía la víspera de lo que iba a ser la batalla final.

Inmediatamente sentí la necesidad de rellenar los huecos, de averiguar qué había sucedido después y, sobre todo, de saber que había sido de ese bravo capitán y sus compañeros.

Las primeras pesquisas me llevaron a Tu Tempo K7 y, nada más llegar, el encontrarme con un arma abandonada, averiada, ya me hizo ver que iba por el camino acertado.

El siguiente paso sería, pues, localizar y hablar con algún testigo del evento o, todavía mejor, algún implicado en la contienda...la cosa, a priori, no iba a ser fácil.

Cerca de lo que creo que fue el campo de batalla diviso un bar y me dirijo hacia allí. Los camareros siempre están al corriente de todo y, además, así podré hacerme una cerveza, que ya ha pasado por lo menos una hora desde la última.

El bar está vacío. Le pido una cerveza al camarero y me sirve una Radler,...mal empezamos.

Mientras intento ganarme su confianza, algo harto complicado puesto que lo mismo me llama Vicente que Sento o Visent, me habla de alguien conocido como “El General" que, casualmente, tiene que aparecer en breve.

Animado, pido unos cacaos para esperar. Me sirve unos quicos.

Un rato después llega el general, todavía de curioso uniforme (camiseta gris y pantalón verde loro). Me dirijo a él y conversamos mientras nos tomamos los dos acuarius que nos han servido al pedir dos cafés, pero no saco nada en claro. Está visiblemente afectado por lo acontecido y solo habla de “jugadores oscuros", "boasts invertidos" y “voleas compulsivas". Aprovecho cuando se hace un ovillo para volver con el camarero.

Llamo su atención en varias ocasiones pero parece no verme y, cuando finalmente lo hace y acude, se excusa diciendo que lo siente, que está solo y que eso es lo que hay. Miro a mi alrededor y lo confirmo: efectivamente, estamos solos.

Finalmente el camarero me ha hablado de otro veterano de aquella contienda, un mallorquin, que seguramente podrá ofrecerme algo de información y que, casualmente, se encuentra en este momento en los vestuarios. Me dirijo allí rápidamente.

El lugar es una estancia tan poco iluminada como el reservado de un pub y con el suelo recubierto con lo que parece ser arena de playa. En las duchas pueden verse los restos de lo que antaño fueron dispensadores de jabón gratuitos...eran otros tiempos.

El combatiente se encuentra, efectivamente, allí, recién salido de un anuncio de Pantene, y se muestra muy dispuesto a ofrecer información, después de haber intentado venderme un misterioso brick que dice que contiene una experimental mezcla de horchata con chocolate.

Mi estómago me recomienda declinar la oferta.

El veterano, según me cuenta, militó en el batallón denominado “bola de partido", uno de los masacrados en las primeras refriegas y que peleó la última jornada y en el peor escenario frente al “si Vicente no aplaude, nosotros tampoco" al que consiguieron derrotar a pesar de las deserciones que ambas filas, por uno u otro motivo, padecieron.

Me habla también de otro combate que tuvo lugar en una plaza contigua y del que lo único que sabe es que enfrentó al pelotón del capitán Villalba con el de Fernando González. Poco se sabe de este enfrentamiento salvo que los de Villalba salieron victoriosos proclamándose lo que él llamó “campeones de Consolación".

Al parecer, tan solo a unos metros de allí se libraba la batalla definitiva. Una batalla que se había calentado la víspera a raíz de un guante lanzado por la subcomandante Lozano al rostro de Manolo Benlloch, capitán del batallón “al nick". Un veterano curtido en mil batallas, que siempre tiene algo que decir y con una habilidad especial para sostener las copas de balón.

Las hostilidades comenzaron en el cuadrante 1 a las 09:00, hora zulú, a base de combates cuerpo a cuerpo en los que el general Genís derrotó, no sin dificultad, al correoso Planells, Sabin Colado vencía al largo Oscar Arques en el combate de su vida y Benlloch besaba la lona frente al sereno Carlos Ruiz.

La suerte parecía echada para los de Manolo. Dani Tarazona había desertado y tan solo la épica victoria De Sara Elso con arma corta les permitió abrigar algo de esperanza. El mazazo final cayó en el siguiente combate, el que habría de enfrentar a dos guerrilleros: José Luis Calleja y Eduardo Díaz.

Qué forma de moverse por el terreno, qué intercambio de golpes, qué elegancia...al parecer, y según solo ellos recuerdan, fue un combate de una belleza plástica tal que se estudiará en todas las escuelas.

Calleja se llevó finalmente el gato al agua y proclamó a su equipo, stroke me to the boast, vencedor absoluto de la contienda.

Lo más curioso de todo es que, según me cuenta el camarero (al que he vuelto a visitar tras mi charla con el combatiente) mientras consumo el zumo de papaya que me ha servido en lugar del gin-tonic que le había pedido, finalizadas las hostilidades todos los contendientes se reunieron, a fin de firmar la paz, en torno a una comida típica del lugar.

Incluso se rumorea que hubo un sorteo de todo tipo de obsequios en el que un veterano resultó agraciado con un premio en metálico que le permitirá probar el jamón este mes. Aunque quizá se trate de una de esas leyendas que rodean a todas las batallas.

Vuelvo a casa y a la rutina, pero lo hago satisfecho. Mis pesquisas han tenido fruto y he podido hacerme una idea lo bastante clara de lo acontecido en esa curiosa jornada de combate y germanor. Tan solo una cuestión me sigue rondando en la cabeza y me despierta a veces por las noches: ¿Qué sería finalmente del capitán Colado?¿Qué le responderá a su hijo cuando este le pregunte que hizo en el social? Poca información me ha llegado. La última vez que se le vió estaba en plena refriega en el cuadrante tres, liderando al grupo de los “2 ladies para 7 fulanos".Del resultado nada se. Seguramente combatió como un caballero, como todos cuentan que siempre hace y, si tuvo que caer, lo hizo con honor y conjuntado como nadie.

Salut i squash.

Mientras tanto, Andrés Geroni...